El ciclismo español cuenta con grandes corredores en el presente y a lo largo de toda su historia. Pero uno de entre todos ellos fue quien marcó un antes y un después en la trayectoria de este deporte. Miguel Indurain Larraya abanderó a nuestro país haciendo gala de su elegancia y coraje para llevarse victorias.

El largo y completo palmarés de Indurain tiene como estrella que ilumina sobre el resto al Tour de Francia. Hasta en cinco ediciones y de forma consecutiva, el navarro levantó el trofeo en París, donde demostró su hegemonía ante el resto de contrincantes. ¡Y en #123aCorrer los celebramos con el SORTEO de una bicicleta firmada por el propio Miguel Indurain! A continuación, centrémonos en el relato de una historia legendaria.

La primera edición en la que se proclamó campeón fue en 1991, donde no era el favorito a llevarse la victoria. Tras un excelente rendimiento en la contrarreloj de la octava etapa, superando al tres veces ganador de la ronda francesa, Greg LeMond, empezó a destacar y las miradas tornaban hacia el español. Con una consistencia y una regularidad características de Indurain, fue escalando puestos hasta acceder al maillot amarillo en la etapa entre Jaca y Val Louron, manteniéndolo hasta la llegada por los Campos Elíseos.

En el año 1992, Miguel Indurain llegaba al Tour de Francia con muchas opciones, ya que acaba de ganar su primer Giro de Italia. En una dura edición donde escalaba hacia la primera posición y volvía a ser relegado de la cabeza, Miguel se llevaría al bolsillo las tres contrarrelojes individuales y se enfundaría el maillor amarillo en la decimotercera etapa, que lució durante el resto de días para engalanarse con su segundo trofeo francés.

Corría el año 1993, con el navarro como dueño y señor de la carretera. El rival a batir por el resto de ciclistas, pues de nuevo retornaba de Italia con el Giro bajo el brazo. En la contrarreloj individual, por enésima vez, de los Pirineos, Miguel se hizo con la corona y la mantuvo hasta el final de la competición, pese a los grandes ataques que el suizo Tony Rominger intentaba día a tras día. El tercer Tour de Francia se convirtió en una realidad y el público del universo ciclista no podía creerse lo que veían sus ojos.

Un carácter infatigable

El Tour de Francia del año 1994 se presentaba de lo más igualado en los últimos años. Con Rominger en lo más alto del panorama internacional de la bicicleta y convertido en el sucesor de nuestro embajador #123aCorrer, las carreteras francesas estaban listas para acoger el esperado espectáculo. Indurain, fiel a sus habilidades, se impuso en la contrarreloj de la novena etapa, donde consiguió el maillot de líder. Con perseverancia resistió las embestidas que el suizo organizaba, hasta que se plantó luciendo el amarillo por las avenidas de París y se hacía con su cuarta edición consecutiva. 

1995 fue la temporada donde el de Villava consiguió un hito: ganar su quinto Tour de Francia de manera consecutiva y el mayor récord en la historia, solo igualado por Eddy Merckx entre finales de los sesenta y principios de los setenta, Bernand Hinault entre los setenta y ochenta, así como Jacques Anquetil, con las cinco coronas en los sesenta. Tony Rominger y el ruso Eugeni Berzin eran las otras grandes alternativas a Indurain, en una edición dura y trágica debido al fallecimiento de Fabio Casartelli tras una desafortunada caída. Con mucha competitividad, el navarro demostró su valía y consiguió su quinto entorchado en tierras galas como jefe de filas del equipo Banesto.